
Para María Victoria Troncoso, Mercedes del Cerro y Emilio Ruiz de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria, Santander; el buen educador trata de compensar, estimular, activar o buscar alternativas que compensen o mejoren las dificultades intrínsecas. Por eso, y en función del desarrollo de la persona con síndrome de Down a lo largo de su vida, deberemos atender a las peculiaridades propias de cada etapa y aplicar los correspondientes programas educativos:
I. La atención temprana.
II. Los programas escolares, en los que tendremos en cuenta las dificultades de la primera transición y la programación por objetivos.
III. El desarrollo de capacidades necesarias para ir alcanzando grados crecientes de autonomía, teniendo en cuenta que se trata de un proceso evolutivo. Se deberá insistir en el desarrollo de la atención, de la percepción y discriminación, de la habilidad manual (prensión y presión, dirección y coordinación visuomanual, etc.).
IV. El escolar y sus principales dificultades.
V. El adolescente que requiere especial apoyo, destacando los avances educativos conseguidos ya en el momento presente, y mejorando aquellos aspectos que todavía resultan deficientes.
Si tenemos en cuenta la evolución de todo este proceso, contribuiremos a formar un adulto que ha de ser maduro, responsable y, hasta donde es posible, feliz. Es decir:

a) Capaz de sentirse bien consigo mismo.
b) Dispuesto a sentirse bien con los demás y a que los demás se sientan bien con él.
c) Capaz de enfrentarse a sucesivos retos, y a afrontar las dificultades que sobrevengan.
d) Presto a resolver y a tomar decisiones por sí mismo, solo o con ayuda cuando sea necesaria.
e) En definitiva, capaz de asumir su propia responsabilidad.
Fuente: Canal Down21, Portal de referencia para el Síndrome de Down obtenido en:
Consultado el: 17 de marzo de 2009 a las 4:30 pm
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